Dec
11
2013

Alcohol en bruto: en busca del trago perfecto, de Iain Banks



Siguiendo la propuesta de Fantástica Ficción para El Fantascopio, leemaslibros se une al calendario de adviento dedicado al escritor Iain Banks –fallecido este mismo año– con una reseña de su única obra no narrativa: «Alcohol en bruto: en busca del trago perfecto».

Anticiparé aquí para los amantes de lo inmediato que Raw Spirit: the search for the perfect dram sólo está disponible en inglés y es un libro fallido.

Para los demás, para los que saben que las lecturas deben saborearse como un buen whisky, sorbo a sorbo y sin prisa, añado que este dictamen no invalida por completo la obra: a pesar de sus errores se pueden extraer muchos matices de ella.

Raw Spirit es un libro distendido. El propósito inicial, la excusa, es que Banks recorra Escocia y sus famosas destilerías para encontrar el mejor whisky del mundo. Lejos de ser una retahíla de notas de cata o de paseos por edificios casi idénticos, el escocés aprovecha la oportunidad y nos hace acompañarlo en su ruta por toda la geografía física y temática de su patria, se desvía para hablarnos —mucho— de algunos de sus vehículos (un BMW M5, un Jaguar clásico, un Land Rover Defender, un 911, un Bentley de cortesía, …), toma vías alternativas para ofrecer detalles de su vida, curiosidades…

Por ejemplo, este divertido preámbulo para hablar de Greenock, la zona más lluviosa de Escocia:

Even for a man raised in Greenock, that’s a lot of rain.

I suppose I ought to explain here, for those of you not well versed in the geographical ranking structure of Scottish Iffy Weather Areas, that Greenock has something of a reputation in the west of Scotland for being a rainy old place (the west of Scotland has something of a reputation in the rest of Scotland for having more than its fair share of precipitation, too, and it is probably fair to say that Scotland itself is perceived as being a tad rainier than the rest of Britain, while Britain as a whole is not necessarily a prime contender for the first word your average foreigner would come up with when asked for free associate with the word ‘desert’, or ‘arid’).

 

IslayO el detalle de que en Islay, la más austral de las Hébridas Interiores, la isla donde en mi opinión y en la de muchos se hace el mejor whisky del mundo, los postes que indican las direcciones están rotulados con nombres de destilerías y no de poblaciones o puntos geográficos, algo medianamente lógico en un lugar de poco más de 3000 habitantes cuya principal industria es la producción de whisky pero que no por ello deja de ser sorprendente.

La composición química de «En busca del trago perfecto» podría estar en torno al 20% de puro motor, otro 20% de viajes, un 30% de alcohol y el resto de anécdotas y vivencias, mezclado todo ello con un tremendo cariño de Banks por Escocia y su cultura. A este libro se viene en busca de whisky y se acaba conociendo a un escritor, pues Raw Spirit es, incidentalmente, lo más próximo que jamás tendremos a una autobiografía de Banks. El autor se desvía muchas veces del trayecto y entra en lo personal para dar (por ejemplo) su opinión en contra de la guerra de Irak, para contar la destrucción de su pasaporte como protesta ante Downing Street, o para aclarar las persistentes dudas en torno a la «M» que aparece en sus novelas de género y que más de un quebradero de cabeza ha provocado en sus lectores.

«Iain Banks» y «Iain M. Banks» son la misma pluma y persona. La «M» es realmente parte de su nombre (Iain Menzies Banks), tiene una relación tangencial con el whisky Macallan, está ahí casi por casualidad (unos tíos suyos lo convencieron de que la usara) y sirve para diferenciar la ciencia ficción del resto de sus trabajos, pero, como explica el propio Banks:

It did have the unfortunate effect of meaning I had to keep answering the question What does the M stand for? And sticking with plain Iain Banks for the SF would have made it clear that I was just as proud of those novels as I was of the mainstream books, rather than, as some people appeared to assume, obviously inserting the M show that there were substandard entertainments, mere slumming-it indulgences compared to my serious, weighty non-genre works. (Ha!).

No hay mucho que contar en realidad sobre el libro, sobre el contenido del libro. Los que busquen conocimiento sobre whisky o una escala de valoración sobre las distintas destilerías escocesas se sentirán quizá decepcionados, y harían mejor en coger una buena guía, como The World Atlas of Whisky o simplemente acudir al estupendo y nada «posh» videoblog de Ralfy.

Iain BanksEn cambio, Raw Spirit me parece un libro muy accesible (más que muchos manuales) para estudiar algunas técnicas de escritura que Banks no describe en ningún momento pero que emplea de manera más o menos trasparente.

Por ejemplo, ofrece dos soluciones claras al siguiente problema: imagina ser el propio escritor mientras se «documenta» para este encargo. Un trabajo delicioso, ¿eh? Plasmar en un libro un viaje en busca del whisky perfecto. Hablar de whisky. Sencillo. Imagina estar sentado en la zona de compras de la tercera destilería que visitas, tomando notas para la composición de tu obra. ¿Qué más puedes decir que no hayas dicho ya? Notas sobre cata, el aspecto de la destilería, alguna breve diferencia con las destilerías anteriores. Poco a poco te vas dando cuenta de que no es posible escribir un buen libro así, de que es heroico ser distintivo en este aspecto, de que las catas de whisky sólo varían en alguna nota frutal, algún sabor más picante, un tono más ahumado, un matiz de caramelo en el color. Te das cuenta de que el libro que vas a escribir será técnico, repetitivo y aburrido.

Primera solución: introducir algo de humor.

Para ello, Iain recurre a lo que todos hemos pensado al conocer la existencia de este libro («menudo chollo: todos los gastos pagados para irse de viaje por Escocia a beber whisky») y lo utiliza al comienzo del primer capítulo con fines humorísticos: lo primero que encontramos es un diálogo con un amigo (real o ficticio) quien, por supuesto, se ofrece amablemente para acompañarle, ayudarle en su duro trabajo. El libro comienza con una sonrisa.

HIYA, BANKSIE! WRITTEN any good books lately?

‘Not if you believe certain critics, but Im going to be writing one about whisky.’

‘A book about whisky?’

‘Yeah. Malt whisky.’

‘You’re kiddin!’

‘Not as such.’

‘This mean youre going to have to do the “R” word?’

‘The “R” word? Oh! Research? Yeah, basically. Goin to have to drive round Scotland, or, well, be driven round Scotland, take trains, ferries, planes and such, go to distilleries, taste whiskies, that sort of–‘

‘And they’re going to pay you for this?’

‘They’ve already started.’

‘Right. I see. D’you need a hand?’

Repite esta manera de comenzar en el segundo capítulo (otra charla, otra incredulidad de un nuevo amigo sobre el trabajo que le han propuesto, otro ofrecimiento para echarle una mano), lo que resulta gracioso e inesperado.

Y de nuevo emplea este comienzo en el tercer capítulo, afianzando el humor y la comodidad del lector con la obra, pues éste asume que sabe ya cuál será la nota de apertura de cada sección. Pero en realidad Banks no vuelve a utilizar este recurso: cuando empezamos a leer el cuarto capítulo, el diálogo no está. Y ya no vuelve. El lector reacciona con sorpresa (algo muy pertinente para un libro que por sus características casi está forzado a ser monótono) y el escritor elude con sutileza la posibilidad de que los diálogos vayan siendo cada vez menos graciosos e incluso provoquen tedio ante su reiteración.

Segunda solución: variar la estructura.

En lugar de cerrarse en un ciclo interminable de viaje, destilería, cata, viaje, destilería, cata, Iain elude hablar de whisky durante muchísimas páginas e incrusta secciones variopintas dentro de la narrativa «principal» para mantener el interés del lector: notas más o menos extensas sobre casi cualquier asunto: cómo creía Banks que había que beber whisky, información sobre las destilerías ilegales en Escocia, consejos valiosos acerca de unos mosquitos increíblemente molestos (son tan abundantes en ciertos lugares concretos de Escocia que en los hogares que por error se dejan las ventanas abiertas hay que recogerlos con aspiradores de las paredes sobre las que se amontonan, volviéndolas negras), etc.

Raw Spirit demuestra un gran oficio pero, pese a su buen hacer, no es un libro recomendable, peca de tedio en algunos lugares y no ofrece lo suficiente para un lector medio que se acerque no ya en busca del trago perfecto sino de cierto conocimiento sobre el whisky escocés. Aún así es un libro que he disfrutado y que me alegro de haber leído.

Termino de escribir mientras paladeo un poco —o mucho, quién sabe ya— del oro de Escocia, así que ruego me disculpen el tono sentimental. Tengo la convicción de que el Banks apasionado, vital y feliz que escribió Raw Spirit nos engañó deliberadamente cuando, al concluir el volumen, afirma que su búsqueda estaba condenada al fracaso desde el origen, que no existe un trago que sea perfecto. Banks engaña al lector poco atento mientras él bebe un trago tras otro de ese licor como un borracho sediento. Miente, porque lo ha encontrado. Porque Banks sabía como pocos que el mejor trago, el más intenso, el único que merece la pena saborear sin descanso, no es un trago de whisky sino de vida.

Éste, maestro, va por ti. Sláinte.


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