Jan
26
2011

American Gods, de Neil Gaiman



Los premios Hugo y Nébula son posiblemente los dos galardones más prestigiosos del mundo de la ciencia ficción y fantasía. En toda la historia, sólo 14 novelas han logrado alzarse con ambos. American Gods es una de ellas.

Por si no fueran suficientes referencias, esta obra de Neil Gaiman también ganó el premio Bram Stoker, el Locus, fue finalista al WFA, etc. Pocas novelas vienen con un pedigrí similar.

Quizá por eso, la decepción al leerla ha sido tan sorprendente.

He de ser sincero. Llevaba mucho tiempo retrasando la lectura de esta novela. Cada vez que aparece la palabra “América” en el título o subtítulo de una novela siento un escalofrío que poco tiene que ver con la excitación. Se trata más bien de una repulsa a perder el tiempo con otra historia local que trata a Estados Unidos como la única nación de la tierra, o la única relevante.

Sin embargo, después de leer el superlativo “The Sandman“, tenía que darle una oportunidad. De hecho, mi reticencia se había transformado en esperanza. Estaba convencido de mi error de prejuicio…

La premisa de American Gods se presenta al comienzo del libro, en una cita que copio parcialmente: “Una cuestión que siempre me ha intrigado es qué les ocurre a los seres demoníacos cuando los inmigrantes abandonan su tierra natal.” Gaiman se pregunta qué ocurre con los dioses que han sido llevados a América por inmigrantes, por los primeros colonizadores, por los vikingos, por los irlandeses.

Su respuesta: han sido olvidados. Se ha dejado de realizar sacrificios en su nombre, y ya nadie los reverencia o recuerda. Han sido sustituidos por dioses modernos, dioses tecnológicos: los ordenadores, los móviles, la comunicación. Los viejos dioses no tienen lugar en Estados Unidos o, mejor dicho, tienen el mismo lugar y oportunidades que el resto. Son personas comunes, que trabajan en funerarias, en tiendas reponiendo alimentos, conduciendo taxis, comprando el pan y el periódico.

La historia se narra a través de Sombra, un titánico recluso que sale de prisión unos días antes del plazo previsto porque su mujer ha muerto en un accidente de tráfico. Desorientado, sin trabajo ni ilusión, es “reclutado” por Wednesday, uno de los dioses que residen en América, y que realmente es el que dirige la trama del libro.

Acompañando a Wednesday, Sombra visita distintas partes de América, conoce a distintos dioses y, en general, avanza la historia de forma tediosa. Tanto es así, que el autor intercala continuamente episodios de cómo llegaron a América algunos dioses. Son historias cortas, sin relación con la historia principal y, sin duda, son lo mejor del libro. Se aprecia con nitidez que la fuerza de Gaiman está en el cuento o historia breve.

La trama es débil, no se sostiene, no resulta interesante. Quizá hubiera sido adecuada para una historia corta, pero no se estira suficiente para cubrir una novela. Más que una historia coherente y compleja, American Gods puede dar la impresión de ser el fresco de un viaje iniciático a través de América, descubriendo su riqueza y variedad, sus matices.

¿Suena interesante? En realidad no lo es.

Hasta pasadas las 300 páginas (de las cerca de 500 que tiene el libro) no ocurre realmente nada relevante en la historia principal. Y cuando ocurre, además de ser anticlimático, hemos perdido el interés en Sombra, un personaje anodino que no posee iniciativa. Todo lo que le rodea nos es indiferente. Otro personaje del libro incluso se lo recrimina en cierto momento (pero es tarde, ya no nos interesa).

Aunque hay trazos al principio que lo recuerdan, que nadie espere encontrar aquí otro “El señor de la luz“. American Gods no es una gran novela. Simplemente, es una novela que habla de América. Y los americanos adoran esas novelas. Por mi parte, confieso que no hubiera terminado de leer este libro si no hubiera estado escrito por Neil Gaiman.

Me sorprendo a mí mismo entregando el primer “suspenso” del blog a American Gods. Que los dioses me perdonen.

Lo mejor

  • Las historias cortas sobre cómo llegaron ciertos dioses a América. Soberbias.
  • Algunas frases, algunas descripciones, la mayoría de los diálogos. Pinceladas sueltas de maestría.

Lo peor

  • El personaje principal. Decir que resulta invisible no acaba de transmitir toda la indiferencia que causa.
  • La trama no se sostiene. Es una excusa para hablar de América, y no un rico tapiz que recubra 500 páginas de forma coherente.

Nota final: 4/10


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