Oct
15
2012

Pero ¿cómo se llama este libro?



Hace ya media vida, el profesor de filosofía nos recomendó un libro en clase:

— Os recomiendo… ¿cómo se llama este libro?

Nos quedamos esperando el título. Yo pregunté.

— Y… ¿cómo se llama este libro?

— ¿Cómo se llama este libro?

— Sí, eso, ¿cómo se llama este libro?

— Se llama así, ¿cómo se llama este libro?

Tras este diálogo para besugos y algunos equívocos más logramos entendernos. El libro se titula “¿Cómo se llama este libro?” (ayudaría mucho al lenguaje verbal disponer de comillas dobles y negritas para aclarar los títulos de algunos libros), y es un libro maravilloso por muchos motivos.

El primero es que es un libro de lógica. El segundo es que es un libro divertido. El tercero es que fue la primera vez que me encontré con el amigo Gödel y su teorema.

 

Si tras leer libro de lógica no has hecho la señal de la cruz y has seguido leyendo mi entrada, enhorabuena: o eres especial o eres mi madre. Ambas cosas son deseables, pero una es más difícil de lograr. No sabrás cuál hasta que intentes ambas.

El tono jovial de esta reseña es porque ( (¿cómo se llama?) este libro (Ah. Sí.) lo merece. Es un libro divertidísimo, de los que instruyen (¡vade retro!) y alimentan a la vez. Podría haber publicado una de las fabulosas reseñas que me suelen hacer mis negros pero, como es habitual, he preferido guardarlas en mi carpeta de envidia (rebosante de artículos) y colgar en cambio uno de mis habituales tostones. No acepto reclamaciones: ya deberíais estar acostumbrados.

Cuatro partes conforman este brillante volumen de 300 páginas que publica Cátedra.

La primera, “Acertijos lógicos”, nos introduce algunos enigmas, pasatiempos,  y greguerías mentales.

Por ejemplo, ¿qué pasaría si un proyectil imparable cayese sobre un escudo impenetrable?

O esta adivinanza:

Había una vez un hombre que no tenía reloj ni de pared ni de pulsera, pero tenía un reloj de pared  muy exacto que sólo se paraba cuando se olvidaba de darle cuerda. Cuando esto ocurría, iba a casa de un amigo suyo, pasaba la tarde con él y al volver a casa, ponía el reloj en hora. ¿Cómo es posible esto sin saber de antemano el tiempo que tardaba en el camino?

Pero sobre todo, esta primera parte presenta la celebérrima (dentro del propio libro) isla de los caballeros y los escuderos. El esquema de sus enigmas es éste:

Todos los habitantes de la isla son o caballeros o escuderos. Los caballeros dicen siempre la verdad, y los escuderos mienten siempre.

Los enigmas plantean situaciones, diálogos y hay que averiguar si cada uno de los participantes es caballero o escudero.

Por ejemplo:

En este problema hay sólo dos individuos, A y B, cada uno de los cuales es o caballero o escudero. A dice: “uno al menos de nosotros es escudero. ”

¿Qué son A y B?

Como veis, no son intensos problemas de difícil resolución, sino acertijos muy entretenidos y accesibles para cualquier lector que quiera darle un poco a la cabeza (sin abusar). En cualquier caso, el libro incluye las soluciones.

La dos siguientes partes introducen nuevos y entretenidos misterios (los cofres de Porcia, basados en El mercader de Venecia, la isla de los zombies, el enigma de Drácula, etc.) que progresivamente se vuelven más complejos y ricos.

La cuarta parte (“La lógica es una cosa maravillosa”) ofrece deliciosas anécdotas históricas relacionadas con la lógica, paradojas famosas y demostraciones para casi cualquier cosa.

Y el último capítulo, apenas 20 páginas, introduce en forma de enigmas uno de los mayores descubrimientos de la historia de la matemática: el teorema de incompletitud de Gödel. (En realidad fueron dos los teoremas que descubrió, pero como suele ocurrir, sólo uno se lleva toda la fama).

El aprendiz de mago

La siguiente frase es una interesante paradoja, que no elaboraré aquí, pero que el autor utiliza para explicar el teorema de Gödel:

“Esta oración nunca puede ser demostrada.”

(Como resumen muy profano, y simplificándolo mucho, el teorema de Gödel demuestra que para una amplia variedad de sistemas matemáticos que cumplen unas condiciones muy razonables, tiene que haber proposiciones que, pese a ser ciertas, no pueden demostrarse a partir de las raíces o axiomas de dicho sistema. Chulo, ¿verdad? Confía en mí: lo es).

Si los palabros matemáticos te confunden, éste es tu libro: Smullyan hace muy sencillo entenderlos y saborearlos. Si te gustan los malabares mentales, si quieres pasar un buen rato ejercitando tu mente, si quieres un libro que no tiene que leerse, sino pensarse, si tienes algo de inquietud, éste es tu libro.

Si no, bueno, te será fácil olvidar cómo se llama este libro.

PD. Un libro lleva a otro libro lleva a otro libro. En próximas entradas os hablaré de otro volumen publicado originalmente un año después que éste y que también habla (en otro tono y con más extensión) del famoso teorema de Gödel.


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