Sep
24
2012

Penélope y las doce criadas, de Margaret Atwood



Quizá  Borges, en Pierre Menard, autor del Quijote, fue el primero en notar — o anotar — que libro y autor forman una unidad y que, el mismo texto, producido por otra pluma, significa inevitablemente algo distinto.

El siguiente párrafo, en boca de Penélope, la retedestedestejedora eterna, esposa de Ulises, es un ejemplo perfecto de esa simbiosis:

“Pero siempre he sido una mujer decidida. Paciente, decían. Me gusta ver las cosas acabadas.”

Margaret Atwood trabaja en esta novela una técnica que adoro: explora un mito, una historia trillada y repetida, desde un punto de vista nuevo y refrescante.

Penélope, esposa modélica, nos cuenta en The Penelopiad (título original de la novela) su propia vida, bastante diferente a lo que se narra en La Odisea: “¿Y en qué me convertí cuando ganó terreno la versión oficial? En una leyenda edificante. En un palo con el que pegar a otras mujeres.

Ya muerta, sin miedo a dioses u hombres, Penélope se sincera. Hija de una náyade, esposa con quince años de un marido astuto y tramposo, rey de un reino de piedras, Penélope siente y sufre y ansía y odia y bromea. Trasciende el mito para hacerse carne ante nuestro ojos.

Este librito aúna cuatro de los mejores dones que pueden confluir en una novela.

El primero, una prosa exquisita. Atwood está reconocida como una de las mejores voces de la ficción especulativa y ha ganado premios tan prestigiosos como el Booker. Hasta ahora sólo la conocía por sus (brillantes) ensayos, pero después de Penélope y las doce criadas, me rindo ante ella.

El segundo, una traducción brillante. Gemma Rovira — ahora ampliamente conocida por ser la traductora de Rothfuss — firma un trabajo impecable, delicado. Como una poesía.

El tercero, una edición de lujo. Tapa dura con hermosos grabados, ni un sólo error de impresión, ni una falta de ortografía, una tipografía elegante… Lo que podría ser corriente en el mundo del papel es en realidad excepcional.

El cuarto, la posibilidad de leer más. Tiene precuela, claro, posiblemente la más famosa novela de la historia, que nadie debería dejar de leer. Pero no, Penélope y las doce criadas no tiene continuación, stricto sensu. Sin embargo, pertenece a la gloriosa colección Mitos universales de Salamandra, de la que ya os hablé aquí (Reseña de El yelmo del horror). Ahora mismo la componen tan sólo cinco títulos. He leído tres de ellos, y son excepcionales. No me cabe duda de que los otros dos también lo serán.

— o —

Normalmente aquí terminaría mi reseña, pero he decidido comenzar un experimento.

Para los libros que lo merezcan, voy a crearles un área propia. Un sitio donde plasmar ideas, extraer frases e imágenes, contar anécdotas y reflexiones… En definitiva, una ubicación virtual para concentrar cualquier material relacionado con ellos.

No pretendo que sean espacios personales. Al contrario. Quisiera lograr que el peso no recaiga en las personas, sino que el verdadero protagonista sea el libro. Busco que quienes compartan conmigo la experiencia de la lectura de esos textos seleccionados rompan barreras y se unan al homenaje.

Como también se deduce de Pierre Menard, los libros cambian según sus lectores; hagamos algo para concentrar esa experiencia mutante y ubicua.

Estoy explorando alternativas. No tengo un contenido definido, ni un formato definitivo. Irán cambiando hasta que dé con algo sencillo, práctico, elegante. Acepto sugerencias.

Por el momento, lo mejor que he encontrado es Tumblr. He creado un pequeño portal con  diseño minimalista para recopilar elementos relativos a Penélope y las doce criadas. Pinchad aquí para visitarlo.

Hacedme llegar vuestras aportaciones sobre la novela y las colgaré.

Es sólo una semilla, pensada para un paseo calmado, sin urgencia. No hay mucho que leer, no hay mucho que ver; no se trata de cantidad, ni de abrumar: no hay nadie a quien impresionar en una charla de amigos.

Charlemos. Hablemos de libros.


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