Jun
17
2013

Radiografías de una explosión (VV.AA.)



La editorial Modernito Books acaba de presentar al mercado su propuesta para los amantes del cómic: Radiografías de una explosión, doce aproximaciones concéntricas a Watchmen, una colección de doce ensayos que orbitan alrededor de la obra maestra de Alan Moore.

Me decepcionó W de Watchmen; me ha decepcionado Radiografías. ¿Recomiendo este libro para profundizar en Watchmen? La respuesta breve, para la gente sin tiempo, es “no”. La extendida, algo más compleja, está a continuación.

 La original composición del volumen divide los trabajos en dos grupos de seis ensayos: cara A y cara B. Cada una de las caras está orientada en un sentido distinto, de manera que Radiografías no tiene una portada, sino dos. En una se muestran los seis personajes principales de Watchmen iconizados dentro de sendos círculos y en la otra seis instantáneas de un reloj que avanza hacia la medianoche, donde tiene lugar la explosión nuclear.  El juego estructural que imita al famoso capítulo Aterradora simetría es evidente y se agradece.

En el prólogo empiezan los problemas. Es cierto en sentido estricto que el libro no se anuncia como una suma de ensayos sobre Watchmen, sino como “aproximaciones concéntricas”. Con este salvoconducto, nos advierten ya desde la primera página: “De fuera hacia dentro, de la corteza al núcleo de este libro, los textos van cerrando lentamente el encuadre sobre Watchmen hasta situarla en primer plano”. Así, los ensayos periféricos, los dos que abren el volumen desde sus dos caras, tienen poco o nada que ver con Watchmen; los siguientes, algo más, y así hasta los trabajos más interiores, que sí se enfocan por completo al análisis del libro de Manhattan y compañía.

Sobre el contenido y la calidad de los ensayos hablaré después, pero colar un estudio sobre Promethea en este libro me parece excesivo, aproximaciones concéntricas o no. En mi opinión, la periferia está demasiado lejos para quien haya venido a visitar el centro.

 

El Método Moore, de Jorge Carrión, es el primer ensayo con el que nos topamos en la cara A. Lo que comienza como un ejercicio de estilo del autor —Carrión— y que levanta algunas sospechas sobre el total del volumen se modera tres páginas después y progresa y concluye de manera satisfactoria.

 

Corriendo el riesgo de sufrir castigo por osado, podría ensayar una taxonomía del Método Moore.

Tratar de enumerar sus estrategias narrativas, para someterlas a ejercicios futuros de mimesis.

 

Carrión esboza algunos de los elementos constantes e intrínsecos de la obra del inglés y ofrece una definición sobre sus métodos narrativos que desarrolla a lo largo del ensayo:

 

El Método Moore es un método de análisis histórico, que recurre a la espacialización. Es decir, que construye espacios donde diseccionar la historia.

 

Carrión deduce de la historicidad de gran parte de las obras de Alan Moore una suerte de corriente subterránea que lejos de seguir el curso único de la Historia con mayúsculas se divide y recompone en múltiples afluentes, tocando y volviendo a tocar los diferentes acontecimientos en puntos distintos del trayecto, evolucionando los trabajos como madejas en las que no se puede cortar de manera limpia el entramado sin afectar a muchas capas de interpretación y sucesos. El término que emplea Carrión, de una sonoridad nefasta pero indudablemente efectivo, es Wikialanmoore. Esta interacción múltiple, casi un arquetipo literario de la complejidad (Carrión afirma que hay pocos escritores tan complejos como Alan Moore) es algo que los seguidores del mago de Northhampton conocen bien. Por tanto, disfrutarán leyendo El Método Moore —siempre gusta que otros corroboren nuestras creencias e intuiciones— pero no les sorprenderá lo que Carrión expone.

 

(Desconozco si la penúltima frase del ensayo es original pero merece mi aplauso: “Para robar el fuego a los dioses tal vez no haya que ser un titán, pero sí es necesario serlo para dárselo a los mortales”).

 

En Gerardo Vilches recae la tarea de ubicar el trabajo seminal de Moore en el contexto histórico de la Ámerica que lo vio nacer, el entorno sociopolítico mundial que le sirvió como germen y el panorama del cómic dentro del que se publicó originalmente. Si bien El lugar de Watchmen es un ensayo decente, mucho de lo que cuenta es vox populi o, en todo caso, ya se ha explorado de forma muy similar dentro del trabajo de Rafael Marín.

Los puntos en que insistían casi todas esas reseñas para justificar el valor de Watchmen fueron fundamentalmente dos: la excepcionalidad de la obra dentro de su medio y su cercanía a la literatura, hasta el punto de considerarla una obra literaria en muchos casos.

Manuel Barrero publica a continuación su excelente ensayo Una conspiración simple y burlona que  tantea varios aspectos de Watchmen. Los esquemas esenciales de Moore que Barrero identifica son “la paranoia, la entropía y la incertidumbre, desarrollados en contextos en los que escasea la comunicación, y empleados para extraer la triste conclusión de que el poder conlleva siempre un trauma”. Sin estar completamente de acuerdo con su análisis, no dejan de parecerme interesantes las conclusiones a las que llega y agradezco que se adentre en la obra de Moore con un planteamiento más instigador y atractivo que el de la zona de confort donde se mueve Carrión.

Mirando hoy la obra en perspectiva sorprende que su eje argumental sea tan simple: la leyenda de Gordias.

La famosa frase de Heidegger, “Sólo un Dios puede aún salvarnos” es replicada por Antonio Sánchez en su Ni siquiera un dios puede salvarnos, un artículo denso plagado de referencias jurídicas y terminologías filosóficas donde se estudia el vigilantismo y los equilibrios de poder a lo largo de la Historia y también dentro de Watchmen.

Para eso se pone una máscara. Para blindar esa privacidad. Una máscara que es siempre una declaración de intenciones: la de hacer efectivo un deber identificado por el vigilante como necesario. La máscara ayuda a ocultar el tránsito libre entre poderes, permite violar la regulación democrática.

La periodista Elisa McCausland revisa las personalidades y complejos de Laurie, Sally y el resto de las mujeres de la obra. El título de su trabajo, Mis problemas con las watchwomen, preludia mucho de lo que podemos encontrar en él: relaciones difíciles, envidias y anhelos, madres e hijas y su eterna batalla, etc. Me fastidia únicamente que se perpetúe el paradigma y tenga que ser una mujer quien hable de otras mujeres pero al menos éstas no se han dejado de lado en el volumen.

Existe identificación con el arquetipo materno en Sally Jupiter. Principio generador, está marcada por la nostalgia de lo que fue y la proyección en su hija de lo que ella, como vigilante enmascarado, podría haber sido. Esta es la teoría. En la práctica, el primer Espectro de Seda es consciente del potencial de la sombra, pues sabe que de lo oscuro pueden surgir cosas bellas.

El sexto y último ensayo de la cara A, Radiografías de la fragilidad, de José Manuel Trabado, me parece con diferencia el mejor del libro. José Manuel saca a la luz y revitaliza la interpretación y el valor (intrínseco y de contexto) de los suplementos textuales que se añaden al final de cada capítulo de Watchmen, en sustitución de la habitual publicidad que ocupaba ese lugar en los cómics de la época. Totalmente recomendado.

 … Moore pudo entrever otra forma de saltarse los sólidos cerrojos formales del comic book integrando ese material en prosa que no era habitual dentro de las convenciones narrativas del género.

La cara B la inaugura Javier Calvo con Una charla filosófica, una estupenda introducción doctrinal a las teorías ocultistas de Promethea que carece de todo sentido en este volumen salvo para completar la simetría entre ambas caras. Es cierto que Calvo me ha convencido con creces para leer Promethea, pero no puedo dejar de denunciar este engaño al lector.

Para entender la mezcla de ficción con doctrina que caracteriza un cómic como Promethea de Alan Moore hay que prestar atención a la tensión interna que el género del thriller oculto ha vivido siempre hacia el tratado oculto.

El texto escrito por Javier Fernández hace de reflejo para el trabajo de Gerardo Vilches. Si El lugar de Watchmen emplazaba su génesis en el entorno del cómic de los 80, De caníbales y piratas explora las relaciones entre Watchmen y la editorial EC, cuyos trabajos menciona en ocasiones y que, en la ficción, fuerzan a DC a la publicación del cómic dentro del cómic: Relatos de la fragata negra.

 Casi cuatrocientas páginas después de su sangriento inicio, Watchmen culmina con un final digno de los cómics de la editorial EC.

Óscar García rubrica un texto sobrecargado cuyo título, que recuerda a Espinosa y busca el aplauso sin lograrlo, es Si se lee un abrazo desesperado en el rostro de Rorschach antes de morir… La necesidad escénica de protagonismo de García se impone sobre su propio contenido y esto me cansa en un ensayo. A los que no les ocurra lo mismo y dispongan de paciencia industrial encontrarán aquí materiales sobre fractales, teoría de la información y teoría del caos.

Si se lee un abrazo desesperado en el rostro de Rorschach antes de morir en el otro extremo del mundo se podría producir el lanzamiento de cientos de misiles nucleares de los que el Dr. Manhattan solo sería capaz de detener un porcentaje insuficiente…

(El texto citado continúa una página y media).

La mirada del abismo, de Juan J. Vargas-Iglesias, recoge las teorías de Lacan y las aplica con mayor o menor éxito a Watchmen.

Enumerar todas las alusiones a la simetría en Watchmen sería una tarea tediosa y de escaso interés para nuestro acercamiento, en tanto la arquitectura del relato es asumidamente fractal.

A continuación, en el quinto ensayo de la cara B, Erea Fernández Folgueiras supera a su predecesor teatral (Óscar García, no Vargas-Iglesias) y completa un movimiento diferenciador que sorprenderá a propios y extraños: elimina las mayúsculas de su texto. Confieso que no me he molestado en buscar el sentido que seguro que tiene. Erea habla (escribe) con destreza de todo y de nada pero, para mí, esta vertiente experimental sobraba en su ensayo y un ensayo con esta vertiente experimental sobraba en el volumen.

el consuelo más inmediato que el cielo ofrece a los mortales tiene que ver con sus puertas. la imaginación va rápido, la tradición la empuja, y uno puede recrear esas puertas con un brillo más o menos soportable…

El último trabajo de la segunda cara está firmado por Fernando Ángel Moreno. Mariposas en frasco de nostalgia, el tercer texto en el escenario –sólo superado por los de Óscar y Erea–, investiga el lenguaje del tiempo en Watchmen. Para ello, Moreno propone tiempos distintos (mítico, diacrónico, personal, etc.) y engarza las situaciones en ellos, un ejercicio que si bien es ingenioso no deja de parecer un truco hecho a medida.

Las personas somos semiosferas, esferas formadas por significados, que adjudicamos significados a otros significados en una cadena sin fin…

Mi problema con este libro es enrevesado como una historia de Moore: no son los dos ensayos que no están en absoluto relacionados con Watchmen, ni que algunos de sus autores busquen un escaparate propio dentro de la tienda de otro, sino que se trata más bien de una sensación pertinaz. Pese al intenso trabajo intelectual que supone elaborar cada uno de estos ensayos, creo que algunos de sus autores no sienten pasión alguna por Watchmen. Mi impresión es que disponen de un armazón, de un edificio de conceptos y espejos desde el que enfocar y comprender el mundo y en esta ocasión lo han aplicado a Watchmen. Watchmen es una excusa, un elemento intercambiable, una obra más que se coloca bajo los prismas para que el dueño del esquema ejecute una nueva iteración de su circuitería conceptual. Digamos que muchos trabajos no se aproximan concéntricamente al cometa Watchmen, sino que utilizan su estela para que alumbre sus estructuras.

Los artistas y científicos contratados por Veidt se retiran a una isla para hablar del destino de Nueva York. Construyen un monstruo único, prodigioso y digno de elogio pero cuando llega la medianoche lo que nos impresiona no es ese artefacto sino las personas: los cuerpos inertes que se esparcen por las calles muertas, sus últimos momentos, sus tramas truncadas. La esencia de Watchmen, en definitiva, eso que han olvidado o descartado los isleños y que, en mi opinión, también han dejado de lado la mayoría de los autores de estas radiografías.


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