Mar
04
2013

Stapledon y el último de los libros



Es un síntoma de nuestro tiempo que ya nadie lea a Olaf Stapledon.

Uno de los grandes creadores de la ciencia ficción, admirado por legión de escritores — Wells, Clarke, Lem, Stanley Robinson, … — y cuya influencia en el género sólo es superada por la del propio Wells, está hoy olvidado, relegado fuera de todas las listas de lectura.

Muchos libros deberían venir con instrucciones; algunos de hecho lo hacen y, como bien apuntan en el fabuloso blog Fata Libelli, la industria del negro sobre blanco se afana en dar pistas sobre ellas al comprador. Las novelas de Stapledon están mal ubicadas en la sección de ciencia ficción de las pocas librerías que todavía las ofrecen: sus grandes trabajos, Hacedor de estrellas y Últimos y primeros hombres, deben leerse como libros de historia o filosofía.

Olaf Stapledon

Olaf Stapledon

Stapledon no habla en ellos sobre el pasado como el historiador, sino acerca del porvenir, como el loco o el profeta. La escala de sus trabajos es inconmensurable: mientras las estresadas plumas de hoy tratan de formular cómo será el mundo en 5 o 10 años, Últimos y primeros hombres narra la historia entera de la humanidad, su evolución durante 2.000 millones de años. Más ambicioso todavía, Hacedor de estrellas es el viaje completo a través de la vida en el universo, una aventura de dimensiones colosales en la que las hazañas de la humanidad son ínfimas como burbujas en el océano.

Hasta las más imaginativas obras de los más imaginativos autores se rezagan años luz tras las magnitudes de sense of wonder que desborda cada página de Stapledon. Pero ni los lectores de género se acercan a él. ¿Por qué?

Para no extenderme más allá de lo cortés, propongo sólo dos hipótesis: el afán por lo inmediato y el actual gusto novelesco.

Las lecturas que hoy buscamos son pragmáticas: desde manuales de autoayuda hasta biografías de payasos con gran cuota de share, pasando por periódicos inundados de anécdotas sustituidas a diario. Lo que vende es lo inmediato. Lo que tiene validez directa. Práctica. Rápida. Lo que es útil para hablar en el próximo café o para acercarnos al próximo ascenso.

Star Maker

Star Maker

La fantasía y la ciencia ficción, malentendidas como tan sólo literaturas de evasión, tienen menos ventas. Y las cifras en la ciencia ficción hard, de la que ya hemos hablado aquí, son incluso peores (¿quién quiere pensar, y más mientras lee?).

Stapledon escribe una historia del hombre y otra del universo que no sirven para nada. No esperamos verdaderamente que el futuro se despliegue como él relata. No hay nada inmediatamente rescatable. No hay nada con lo que comerciar.

Sin embargo (no nos llevemos las manos a la cabeza) hay muchos libros así. Y se leen. Stapledon, no.

Lo que nos lleva al segundo problema: Stapledon no es un buen novelista: sus personajes (si los tiene) son intrascendentes; los diálogos, supervivientes entre largas descripciones, áridas como demostraciones matemáticas. Sus novelas son en realidad densos ensayos filosóficos sobre el futuro. Pero el gusto actual sólo admite lo ligero.

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Si todavía no he logrado espantarte y en cambio sigues leyendo esto (insólito; gracias por la paciencia), te ofrezco tres argumentos para convencerte de que disfrutes de Stapledon.

El primero es económico: se han liberado al público sus obras completas, en inglés. Puedes leerlas online o bajarlas legalmente en distintos formatos desde la Universidad de Adelaida  (tras pinchar en un título, aparecen en la parte baja del navegador las distintas opciones de descarga). El precio, estarás conmigo, es atractivo. En español por desgracia, los trabajos de Stapledon son casi inencontrables y — si has leído los párrafos anteriores — dudo que ni el más audaz de los editores se anime a reeditarlos.

El segundo argumento son dos referencias, dos firmas que quizá te den el empujón que necesitas.

Last and First Men

Last and First Men

En 1988, una madura escritora de rostro plácido afirmaba que “no ha habido ni hay un escritor como Stapledon. Escribió antes de que se establecieran las divisiones artificiales entre la Ciencia Ficción, la Ficción Espacial y la Literatura Real, que hubiera sin duda encontrado ridículas. Trascendió fronteras“. Casi 20 años más tarde, Doris Lessing obtenía el Nobel de Literatura.

Y mucho antes, un joven Borges rubricaba con palabras inconfundibles que Stapledon superaba a Wells en “el número y la complejidad de sus invenciones“, que era “insuperable en el gobierno de siglos y de generaciones” y que “ávidamente, sus libros quieren abarcar el universo y la eternidad“.

Pero si las palabras de Borges no te convencen, si el ensalzo de Lessing no te convence y si el acceso gratuito e inmediato a la obra completa de uno de los grandes autores de la literatura de ciencia ficción no te convence, quizá lo haga esto.

Recurro aquí a las últimas frases de la novela del nacimiento y declive de la humanidad para plantear mi último argumento:

Pero una cosa es cierta: el propio hombre es, al menos, música; un tema valiente que hace también música de su vasto acompañamiento, de su matriz de tormentas y estrellas, eternamente hermoso entre la eterna forma de las cosas. Ha sido bueno ser hombre. Y así podemos avanzar juntos con júbilo en nuestros corazones, en paz, agradecidos por el pasado y por nuestro propio coraje. Pues daremos, después de todo, un digno final a esta breve música que es el hombre“.

Porque el tercer motivo, el último de los argumentos, es la esperanza inocente y sincera en el hombre. En que no todo está perdido para nosotros. En que el hombre alzará la vista de sus miserias para buscar un horizonte mejor.

Y en que los grandes libros sobrevivirán incluso a las generaciones más ineptas y seguirán leyéndose hasta que, sonriendo, el último de los hombres cierre para siempre el último de los libros.

Con suerte, ese último libro estará escrito por Stapledon.


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