Oct
21
2013

Wonderbook, de Jeff Vandermeer



«Wonderbook, la guía ilustrada para crear ficción imaginaria», es el último trabajo publicado por Jeff Vandermeer. El popular autor de las novelas de Ambergris no es primerizo en trabajos para escritores (según Wikipedia, éste sería el cuarto), pero, después de leer Wonderbook, dudo que los anteriores lo superen. De todas las guías de escritura que conozco es indudablemente la más bella. Tanto, que no parece una guía de escritura.

La palabra que define este original libro es «visual»: desde la portada hasta la cubierta, el desfile de dibujos, iconos y gráficos es arrollador; excesivo en ocasiones. Pero las ilustraciones son vitales aquí, pues Vandermeer trata de sintetizar con ellas lo que en otras obras requiere páginas y páginas de texto. Por ejemplo, ésta es la estructura básica de una novela:

Estructura de una novela

Estructura de una novela

Sin embargo, que nadie se lleve a engaño: Wonderbook no es sólo un libro bonito: tiene texto. Muchísimo. Y muy bueno.

El volumen, de 327 páginas, se divide en una introducción, siete capítulos y un apéndice con ejercicios. Se complementa además con una web (wonderbooknow.com) a la que se referencia para ampliar informaciones, consultar nuevos diagramas y actividades, incluir más entrevistas y bocetos, etc.

Sketch

Bosquejo de una de las ilustraciones

El capítulo 1, «Inspiración y vida creativa», se concentra en la elusiva inspiración y resalta la importancia de la imaginación en la historia del hombre y de la literatura. Es un capítulo interesante, pese a que se extiende una pizca más de lo necesario antes de pasar a materias prácticas.

La siguiente entrada del índice, «El ecosistema de una historia», desgrana con elegancia los elementos fundamentales de la narrativa (POV, entorno, diálogo, descripción, etc.).

El capítulo 3, «Principios y finales» entra al fin en faena. «Principios» es superior con diferencia; añadiría que es la mejor sección del libro. Vandermeer analiza en 21 páginas los comienzos –reales y potenciales– de su novela Finch y desmenuza sus elecciones a nivel de escenario, de secuencia, e incluso de palabras. La sección de «Finales» es, quizá por contraste, claramente deficitaria.

En el valioso capítulo de «Diseño narrativo» paseamos por las diferentes estructuras de una novela (desde la consabida división en tres actos hasta la pirámide de Freytag), y visitamos más tarde tramas y escenas. Independientemente de si un escritor es «jardinero» o «arquitecto» (por emplear la clasificación de George RR Martin), ninguno de sus textos puede pasar sin una estructura sólida y un duro trabajo entre bambalinas, «invisible» para el lector.

Estructura de un cuento de Nabokov

Estructura de un cuento de Nabokov

El núcleo de la mayoría de las novelas, los personajes, se aborda en «Caracterización». Wonderbook apunta correctamente que no siempre la caracterización ha de ser idéntica y superlativa, y que cada tipo de novela solicita un grosor propio para sus intérpretes. Por desgracia, este capítulo deja tanto en el tintero, a la vez que incorpora material de menor envergadura, que el total queda algo lastrado.

La «Construcción de universos» es una de las facetas más distintivas del fantástico, y el capítulo 7 da buena cuenta de ella.

Ninguna obra sobre escritura que se precie puede saltarse un apartado sobre «Revisiones». A pesar de que la extensión lo obliga a ser necesariamente incompleto, es un capítulo excelente dentro de Wonderbook. Entre otros tesoros, incluye cuatro páginas con textos breves de diversos escritores que confiensan cuántas revisiones tuvieron algunas de sus obras más famosas.

En el apéndice «Taller» cabe de todo, tal como se avisa al comienzo del volumen, desde una recomendación de Karin Tidbeck sobre juegos de rol hasta una entrevista mayúscula a GRRM sobre escritura (por fin una entrevista decente a este gran autor), saltando por una ruta alternativa en la que los juegos interseccionan con la literatura en lo esencial (ambos son formas narrativas). El apéndice concluye con varios ejercicios de dificultad e interés variables.

En adición al «texto principal», cada pocas páginas se presenta un ensayo o una entrevista más o menos extensa con algún escritor, que hará foco sobre algunos de los puntos de discusión del capítulo. El cartel es sorprendente: Ursula K Le Guin, Neil Gaiman, Catherynne M. Valente, Karen Lord, Lauren Beukes, Kim Stanley Robinson, Karin Tidbeck, George RR Martin… Todos merecen la pena, aunque brillan especialmente el de Stanley Robinson, el de la autora de «Los desposeídos» y el de Valente.

Por si fuera poco, unos ejercicios breves salpimentan la obra, pequeños retos para el aspirante a escritor que consisten principalmente en la construcción de relatos a partir de imágenes.

Por último, en los intersticios de esta saturada guía, Vandermeer cuela «spotlights», pequeños ensayos de diversos autores sobre sus propios procesos creativos.

Wonderbook

Wonderbook

El principal «pero» de Wonderbook está en el contenido educativo. Es sólido, sugerente y, en ocasiones, insuperable (por ejemplo, el análisis que el propio Vandermeer hace sobre el arranque de su novela Finch), pero en algunos apartados no resulta nada original, y lo que explica en otros se puede encontrar, mejor contado, en trabajos más específicos. Quizá consciente de esto (algo que, por otra parte, es difícil de soslayar, pues ya hay trabajos muy buenos para escritores en el mercado), Vandermeer ha reforzado más la parte visual e inspiradora.

Y de ese despliegue gráfico parte el segundo escollo que deja el libro a las puertas de las cinco estrellas. Quien compra un ejemplar de Wonderbook, más allá de disfrutar con sus imágenes y la información visual que entregan (que no es poca), pretende leer para instruirse, para conocer técnicas, métodos, consejos, sobre cómo ampliar sus mimbres narrativos. Pero Wonderbook no se lo pone fácil: un contenido tan variado y llamativo propicia más la distracción que el sosiego; cada pocas páginas hay (excelentes) entrevistas, o un diagrama, o un texto breve o un pequeño aviso en el lateral, o… Todos esos contenidos se puede ignorar para volver sobre ellos una vez terminada la lectura en curso, pero hay que pensar en hacerlo; no es algo automático, sino una decisión consciente que nos saca de la explicación y rompe el hechizo lector, cuya fina capa de concentración habrá que volver a construir. De hecho, en ocasiones, como ocurre durante una larga pausa publicitaria, simplemente olvidamos lo que estábamos leyendo.

Quizá una disposición menos intrusiva hubiera ayudado, pero dada la gran cantidad de contenidos opino que era prácticamente imposible hacerlo mejor: el fallo (si realmente es un fallo) es de concepción y enfoque, no de ejecución. El formato, por así decirlo, no puede aspirar a más.

Aunque, si nos atenemos al fabuloso resultado, tampoco lo necesita.


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