Jul
23
2012

Reseña de La leyenda del ladrón, de Juan Gómez-Jurado



Pocos autores en nuestro país levantan tanto revuelo como Juan Gómez-Jurado. Sus libros se han publicado en más de cuarenta países (en algunos sus novelas son recomendadas en las escuelas para fomentar el hábito de la lectura) y desde su publicación hace un par de meses, La leyenda del ladrón ha vendido ya más de 60.000 ejemplares y va por la cuarta edición. Juan Gómez-Jurado ha tardado 4 años en completarla.

Es, lo confieso, el primer libro suyo que leo.

Los que me seguís habitualmente sabréis que no frecuento demasiado los bestsellers ni la novela histórica, por lo que lo más normal hubiera sido que ignorara este libro, ambientado en el siglo XVI.

Pero sigo al Juan “personaje” desde hace tiempo y estaba interesado en conocerlo como escritor. La leyenda ha sido la excusa para hacerlo.

Antes de comenzar, un aplauso tanto para la editorial Planeta como para Juan Gómez-Jurado por la gestión de la edición digital: no sólo tiene una maquetación excelente (cosa que no puede decirse con frecuencia para todos los ebooks), sino que el precio (9.49€ en Amazon) es muy razonable para un bestseller en la fecha de su publicación. Puede que aún esté lejos de lo que los lectores querríamos entender como “justo”, pero es un paso muy firme en la dirección correcta. Espero que el experimento (porque se trata sin duda de eso) funcione bien para Planeta y continúe aplicando esa misma política de precios para el resto de su catálogo de novedades. Incluso si no es así, gracias por intentarlo.

De la historia (como es habitual) hablaré poco, para no desvelar la trama: un niño huérfano, un rescatador bastante imprevisto, odio, venganza, pobreza y riqueza; elementos habituales de los bestsellers que se enrevesan y combinan de manera muy satisfactoria para construir una interesante historia que sabe mantener la tensión en todo momento.

Lo que quizá no sea tan frecuente es la relevancia de una ciudad, Sevilla. Es, quizá, el mejor personaje de la novela. Sevilla se huele y se palpa: sucia pero señorial, grandiosa y miserable, hermosa y melancólica y triste. Recuerdo la Sevilla de Pérez Reverte en La piel del tambor, una ciudad como trasfondo, moderna y tenue, apenas una excusa; Gómez-Jurado, en cambio, la trata como un elemento de primera fila en su novela: incluso si olvidas los detalles de la trama (lo que ocurre con cualquier novela pasado suficiente tiempo), la ciudad y sus sensaciones permanecen.

No ocurre así con gran parte del resto de personajes. Son carismáticos, sin duda, aunque se abusa de los estereotipos: niño que se convierte en héroe, joven mujer que lucha contra las circunstancias y el abuso, banquero malvado, etc. Dos, sin embargo, son absolutamente inolvidables. Por su propia identidad, son secundarios de lujo y, pese a sus contados minutos de protagonismo, ocupan toda la palestra cada vez que aparecen. Me hubiese encantado que tuvieran todavía más relevancia, más presencia en escena de ambos.

Toda la escritura de La leyenda del ladrón está en sintonía con el objetivo del autor — facilitar su lectura —, y lo cumple a la perfección: 700 páginas que se devoran, ayudadas por una buena historia y muchas dosis de acción. No hay pretensiones en esta novela más allá de entretener y divertir y hacer reflexionar ligeramente, por lo que una prosa sencilla es idónea.

Por último, no quiero dejar pasar un detalle: La leyenda del ladrón es la primera novela que utiliza códigos QR. A través de una aplicación (gratuita) para smartphones se pueden utilizar esos códigos para ver pequeños vídeos explicativos, algunos minutos de voz grabada, etc. Material exclusivo. Antes de usarlo creía que eran un error (entre otros motivos, están impresos en la edición de papel, lo que resulta antiestético), pero tras un par de capítulos descubrí que tienen un potencial enorme (con otro formato menos intrusivo, sin duda) para dar paso a elementos ajenos al propio texto pero con gran relación con el mismo. Os recomiendo que los probéis y saquéis vuestras propias conclusiones.

A Juan Gómez-Jurado le han puesto la etiqueta rápida de el Ken Follet español, una estrategia de márketing como cualquier otra. No creo que le haga falta: si con 34 años escribe libros así, pronto podrá deshacerse de las comparaciones con el galés y serán otros los escritores que busquen el apodo de “el nuevo Juan Gómez-Jurado”.

Si no lo hacen ya.

Nota final: 8


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