Apr
29
2013

The Rook, de Daniel O’Malley



The Rook es una de esas novelas que acaban dañando por igual la reputación del género y la vista del lector.

El planteamiento es éste: una agente inglés del servicio secreto de magia — una especie de MI5 fantástico —  pierde la memoria y debe averiguar qué le ha ocurrido y quién trata de acabar con ella. Esta atractiva idea que como todas no vale nada por sí misma se desperdicia en unas manos que prescinden de lo más esencial en la literatura: el respeto a la inteligencia del lector.

Porque por mucha idea que haya en The Rook, hace falta que se narre, que se transforme en historia. Y el autor escribe mal.

Y es que ésta es la primera novela de Daniel O’Malley y se nota. No es ya que la novela alterne capítulos llenos de cómodos infodumps (cómodos para el escritor, claro) o que los diálogos carezcan de casi toda chispa. No. Hasta aquí sería razonable para un primerizo. Pero The Rook no tiene coherencia interna ni mantiene nuestro interés, enfermedades graves por separado pero letales bajo una misma cubierta.

Por una parte, las casualidades en la novela cubren todo el espectro de posibilidades: desde la información arcana que afortunadamente la protagonista se ha dejado escrita y detallada por si acaso antes de perder la memoria y que prácticamente nadie más en el mundo conoce, hasta los encuentros orquestados en los que los protagonistas parecen esperar tras los biombos su cuña de entrada como en una mala obra de teatro. Por otra, la exposición continua de información que por supuesto la protagonista debería conocer pero que, como la ha olvidado, el autor cuela página tras página sin venir a cuento en las escenas. Mejor quedarse con el trabajo a medio hacer que dispersarlo de forma consistente y amena. En algunos momentos ridículos lo único que falta es que los personajes vuelvan la vista y nos digan “apunta esto, que será importante dentro de cinco capítulos” tras hacernos un guiño cómplice. Yo abandoné la lectura tras pocas páginas; no descarto que lo hagan más adelante.

Así que el autor ha hecho un trabajo que no ha terminado como debía. Ocurre en las mejores familias. The Rook podría haber sido un buen libro con el consejo de un experto y un trabajo adicional de edición. Pero el mayor problema no es el libro ni el autor: el problema son los críticos que ensalzaron esta novela como una de las mejores de 2012. Desde Lev Grossman en Time a Publishers Weekly pasando por Library Journal y Kirkus Review, la acogida de un libro con la coherencia interna de una ensalada de gulas — y el interés de una versión extendida de la carta de ajuste — fue abrumadora. Quizá sea yo el que está equivocado. Quizá sólo leyeron la sinopsis. Quizá han olvidado de lo que hablan. O quizá los críticos literarios tienen poco interés en valorar la literatura y prefieren, como si dijéramos, llevarse bien con todo el mundo, mientras que los editores han descartado el libro como elemento principal de su negocio y sólo piensan en las ventas que quizá consigan a través de una película.

¡Eh! ¡Editores! ¡Críticos ahí fuera! Ya existe la autopublicación para quien quiera publicarse su propia basura. No es necesaria vuestra colaboración. No nos inundéis con más libros malos.

Haced vuestro trabajo. Para eso os pagamos.


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