May
11
2014

Aniquilación, de Jeff VanderMeer



Es inevitable: si lees género, antes o después te cruzarás con Jeff VanderMeer. Editor, novelista, ensayista, profesor de literatura creativa, bloguero, habitante de las redes sociales… VanderMeer parece estar en todas partes.

La trilogía Southern Reach es su trabajo más reciente. El primer volumen, Aniquilación, que reseñamos tras el salto, acaba de ser publicado por Destino.

La premisa de Aniquilación no es excesivamente original (aunque sí lo sea su tratamiento): una expedición —la número doce— se adentra en una zona bajo control gubernamental (llamada sin más área X). Su objetivo: averiguar qué sucede en ella y explicar los misterios que la rodean.

Con este resumen pocos se lanzarían a leer Aniquilación. Por suerte, VanderMeer sabe hacer las cosas bastante mejor que yo. Así arranca su novela:

La torre, que en principio no debía estar ahí, penetra en el suelo justo antes de que el bosque de pinos negros empiece a dar paso a la marisma, y luego a los juncos y a los árboles torcidos por el viento de los llanos pantanosos.

Una frase estupenda para comenzar una historia, con ritmo y buenas descripciones, pero, sobre todo, con el germen de un misterio (¿por qué no debía estar ahí la torre?) que sólo será el primero de muchos.

Tanto en los blurbs originales como en el material promocional de Destino se resalta la similitud “atmósferica” con la serie de TV Perdidos, y no les falta razón: los enigmas en Southern Reach copulan con lo extraño, con lo fantástico, con el horror y con la ciencia ficción. Lo que ocurre en Aniquilación, como lo que sucedía en Perdidos, no deja de sorprendernos, de salirse poco a poco de las fronteras de lo conocido. Aunque argumentalmente serie y libro nada tienen que ver, hasta el autor se apresura a prometer –cuando le preguntan– que la trilogía no acabará de manera ridícula ni aparecerán osos polares en mitad de un bosque tropical.

VanderMeer toma desde el comienzo muchas decisiones difíciles que perfilan la silueta de Aniquilación. La narración consiste esencialmente en el diario de una de las expedicionarias, lo que fuerza el empleo de la primera persona. No se menciona ni el nombre ni ninguna característica física de las cuatro participantes en la duodécima incursión en el área X. Ambas elecciones, conscientes, complican el trabajo a VanderMeer: si lo habitual es que se busque la identificación del lector con el protagonista (y lo ideal es que se consiga), en Aniquilación siempre se mantendrá la distancia. También, como en Perdidos, iremos conociendo poco a poco más detalle del pasado de la bióloga cuyo diario estamos leyendo, pero nos encontraremos con pequeñas mentiras, con imprecisiones en lo que nos cuenta, apartándonos aún más de ella. Este distanciamiento buscado, esta prevalencia del entorno y el ambiente frente a la figura que conduce la historia se cobra el peaje habitual. Pese a ello, la sensación opresiva y maníaca que pretendía lograr el escritor se transmite con tanto éxito que no me decido a calificarlo como fallo, sino como alternativa. No todos los libros han de seguir el mismo patrón y, desde luego, Aniquilación no lo sigue.

Sí hay sin embargo dos puntos en los que me parece que el autor ha cometido un error. El primero es estructural: la novela se sustenta sobre pocas construcciones temáticas. Al usar un número reducido de elementos —algunos de los cuales no pueden no chirriar—  e incidir una y otra vez sobre ellos, se está restringiendo demasiado la riqueza y variedad de la historia. Aunque se leen sin descanso y con interés, las veinte o treinta páginas que le sobran a Aniquilación (que consta tan sólo con 230) dejan un pequeño poso de insatisfacción.

El segundo error es argumental. La debacle mental a la que somete a las protagonistas, la presión insoportable que acaba por destruir a cualquiera, si bien es la gran virtud del libro también es su mayor defecto y acaba por volverse en contra: creeremos cualquier cosa que haga la bióloga y, a la vez, dejaremos de interesarnos intensamente por cualquier cosa que haga. Cuando puedes esperarlo todo, no esperas nada.

La historia de este volumen termina sin llegar a concluir. Quedan demasiadas puertas abiertas, aunque, con un par de hábiles pinceladas, Aniquilación se cierra de una manera mucho más satisfactoria de lo que cabría esperar. Tanto como para tener curiosidad y esperanza en los siguientes volúmenes, lo que hoy día puedo decir de pocas trilogías.

Paula Fox afirma que una buena novela comienza con un pequeño interrogante y acaba con uno mayor. Pese a sus fallos, bajo ese criterio y bajo casi cualquier otro, Aniquilación es una buena novela.

PD. La traducción de Destino, que no he leído aunque haga uso de ella para copiar la frase del comienzo, es de Isabel Margelí.


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