Feb
22
2014

El Paciente, de Juan Gómez-Jurado



Algo más de 460 páginas tiene «El Paciente», el último best-seller de Juan Gómez-Jurado. Desviándose del camino histórico trazado por «La leyenda del ladrón», Gómez-Jurado trae la acción de su novela al presente para adentrarse en un thriller de premisa sencilla y excelente ritmo.

El Paciente es un buen ejemplo de germinación con semilla mínima. El resumen del argumento es éste: un cirujano de éxito debe matar en el quirófano al presidente de los Estados Unidos si quiere recuperar a su hija con vida. De este hilo parte un número contenido pero suficiente de subtramas y complicaciones que enriquecen la historia y la dotan del realismo e interés que demanda el género. Quien busque profundidad psicológica o descripciones brillantes se equivoca de libro; quien quiera pasar un buen rato está en el sitio correcto.

Gómez-Jurado tiene la habilidad mosaica de dividir las páginas: sus libros se leen como si ocuparan la mitad. En este caso, desafortunadamente, la novela está un poco más inflada de lo necesario y ni tan siquiera ese don es capaz de ocultar que en ocasiones su tejido se resiente. Es un tiro muy arriesgado, pero si me fío de mi olfato diría que «El Paciente» olía a trescientas páginas y algún criterio (¿editorial? ¿económico?) obligó a que se estiraran. Y se nota.

Si «La leyenda del ladrón» era una novela de escenarios, ésta es una novela de personajes. Se ha cambiado el robusto artesonado de la Sevilla del XVI para insuflar vida (entre otros) al doctor Evans y a Kate, la hermana de su difunta esposa Rachel (anestesista y suicida). Lo cierto es que Gómez-Jurado ha dado un paso adelante en su dibujo de figuras y los protagonistas —sobre todo Kate— resultan más creíbles e interesantes que sus equivalentes andaluces. Hay un intento digno de manejar la psicología de los protagonistas y de hecho, las mejores páginas del libro (una pequeña entradilla antes del quince) las acapara el antagonista y su afán de doblegar la voluntad humana. Es una lástima que no se haya capitalizado el potencial de esa idea y quede sólo en una diestra pincelada en lugar de cubrir todo el lienzo con ella, como hacen los grandes del thriller.

Un final bastante tramposo y las decepcionantes metáforas (algo en lo que no ha mejorado el autor) son para mí lo peor de la novela. El resto, sin estar a la altura de su anterior trabajo, no dejará mal sabor de boca a nadie.


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