Tomas Tranströmer, otro intrascendente Nobel de literatura sueco
Vaya por delante: nunca he leído un libro de un premio Nobel de literatura que esté mal escrito. Lo que no quiere decir que lo que he leído esté a la altura de lo que se espera del mayor reconocimiento al que puede aspirar un escritor.
Los premios Nobel de literatura se otorgan por la academia sueca desde hace más de 100 años a aquellos “escritores que sobresalen por sus contribuciones en el campo de la literatura“. Este año ha recaído en el poeta sueco Tomas Tranströmer.
En Wikipedia, tenemos un listado de todos los galardonados con un Nobel, ordenados por país. Hagamos un pequeño repaso sin entrar a detalles y exactitudes (siempre hay discrepancias sobre a qué país “atribuir” un Nobel si un ganador nació en un país distinto al de su nacionalidad):
- El país con mayor número de galardonados en todas las categorías es Estados Unidos, con 331 Nóbeles. En el ámbito de la literatura, cuenta con 8 premios.
- El segundo país con mayor número de premiados es el Reino Unido (112), y tiene 7 premios en literatura.
- Alemania es el tercero en el ranking, con 102 galardones y 9 en literatura.
- Cuarto, Fracia, con 58 Nóbeles y 12 ganadores en la categoría literaria.
El quinto país con mayor número de galardones es Suecia (29). 7 de ellos son para escritores.
Que Suecia sea la quinta potencia intelectual en el siglo XX y parte del XXI por número de galardonados es tan poco sorprendente como ético. Cada uno barre para su casa.
Sin embargo, el desgraciado chovinismo en el campo de la literatura es sangrante. Siete galardonados entre todas las ediciones (8 en realidad, uno de ellos nacido en Alemania). Dos menos que Alemania, uno menos que Estados Unidos, y el mismo número que Reino Unido.
De risa.
Nunca negaré la posibilidad de que haya intelectuales en cualquier país cuyos textos sean tan potentes que que trasciendan fronteras y rompan las barreras de los idiomas, logrando llegar al Olimpo de las creaciones literarias. Creo, de hecho, que es una de las razones para la existencia de los premios Nobel de literatura.
Sin embargo, en sus ciento y pico años de andadura, el jurado de los premios Nobel no sólo ha ignorado a algunos de los mayores genios literarios del siglo XX (Borges, Joyce, Tolstoi, Proust, … ¡casi nada!) sino que ha otorgado esta máxima distinción a escritores sin la menor importancia, y que, incluso si alguna vez fueron conocidos, pronto pasaron al olvido.
La lista de los premiados suecos:
- Tomas Tranströmer, 2011
- Eyvind Johnson, 1974
- Harry Martinson, 1974
- Pär Lagerkvist, 1951
- Erik Axel Karlfeldt, 1931
- Carl Gustaf Verner von Heidenstam, 1916
- Selma Lagerlöf, 1909
Llamadme ignorante, pero salvo Lagerlöf (¡y fue la primera ganadora!), creo que ningún otro laureado sueco ha tenido la menor relevancia.
Por comparar, la lista de los 7 laureados del Reino Unido:
- Harold Pinter, 2005
- Seamus Heaney, 1995
- William Golding, 1983
- Patrick White, 1973
- Winston Churchill, 1953
- Bertrand Russell, 1950
- John Galsworthy, 1932
Y de los de estadounidenses:
- Toni Morrison, 1993
- John Steinbeck, 1962
- Ernest Hemingway, 1954
- William Faulkner, 1949
- T. S. Eliot, 1948
- Pearl S. Buck, 1938
- Eugene O’Neill, 1936
- Sinclair Lewis, 1930
La comparativa no se sostiene por ninguna parte. ¿Cuál de esos siete autores suecos es digno de listarse junto a Faulkner, Eliot, Hemingway, Russell o Golding?
Es posible que la literatura sueca no sea la más popular en nuestro país (que sin duda tiene mayor influencia sajona) y que algún autor meritorio no nos resulte suficientemente conocido. Nada que objetar. Pero si buscamos entre los pocos países con un número comparable de premios Nobel de literatura aquellos más lejanos culturalmente, encontramos nombres cuyas obras siguen vigentes: Pasternak o Solzhenitsyn en Rusia, Sienkiewicz, Singer o Miłosz en Polonia…
Claramente, las fronteras cultural se superan cuando el mensaje es universal. Tomas Tranströmer seguramente sea un gran autor local (como hay muchos en cualquier país) pero, si he entendido las bases que estableció Alfred Nobel, la ansiada medalla debe ir a “escritores que sobresalen por sus contribuciones en el campo de la literatura“.
La palabra clave es “sobresalen“. Si casi nadie en ningún país conoce la obra de este autor, es difícil argumentar su valía mundial. En muchos otros casos resulta sencillamente imposible.
Y, lo que es peor, si la tónica de la academia sueca no es valorar las obras más trascendentales, sino tratar de ser políticamente correctos en unos casos, chovinistas en otros, ignorantes en algunos más y simplemente prescindibles en los últimos, los lectores dejaremos de fiarnos (si no lo hemos hecho ya) de este galardón y pasará a ser un ruido anual de fondo en un telediario en vez de una oportunidad excitante de reconciliarse con los mejores pensadores y sus creaciones inmortales.
Quizá éste sea el verdadero “fallo del jurado”: dejar de ser una referencia para simplemente ser una rutina sin el menor impacto en nuestras vidas (intelectuales), como el parte meteorológico o el resumen de los deportes.
Mi recomendación: escarbar y escarbar entre los blogs de libros de todo el mundo en busca de autores y obras, pues seguro que las joyas que se desentierran son merecedoras de algo muchísimo más valioso que un Nobel: nuestro tiempo.
Quizá sea la única esperanza de lograr que la calidad prime sobre los intereses y la simple ignorancia.
¿Es el momento de que los lectores lancemos el Nobel 2.0?
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