Jun
26
2013

The Adjacent, de Christopher Priest



Afirma Christopher Priest que durante cuatro años ha trabajado en esta novela, además de haber escrito The Islanders y de refinar un guión de El prestigio para el teatro. ¿Ha alcanzado durante este tiempo ese punto de inflexión en el que los lectores dejan de tener derecho a criticar abiertamente a un escritor? Así lo parece por algunas reseñas. Y es que no hay nada como unos cuantos trucos para confundir a los expertos, dar apresto a una novela y hacer mirar a otra parte a quienes deberían denunciar el estropicio que nos propone Priest.

Christopher Priest

Christopher Priest

Son varias las tramas que conforman The Adjacent: en una, el fotógrafo profesional Tibor Tarent vuelve al califato de Inglaterra –devastado por el cambio climático como el resto del planeta–  tras haber perdido a su mujer a causa de un ataque insurgente en Anatolia. En otra, H.G. Wells y un mago son llamados a filas en la Primer Guerra Mundial. En una tercera, Kirstenya Rosscky viaja en su avión a la isla de Closure con el propósito de encontrar a Tomak. En otra… ¿Qué vínculo hay entre todas ellas? La adyacencia, un concepto que significa algo diferente en cada narración pero que en definitiva sólo representa una carta blanca para que el autor nos cuente lo que le apetezca sin ofrecer más justificación.

Hay pese a todo excelente material en esta novela. Por ejemplo, la hecatombe climática que describe y ante la cual los escenarios de Bacigalupi parecen alegres vergeles. O la escritura, sobria, inglesa y desapasionada como la de Ballard (pero sin su concisión).

Sin embargo, The Adjacent da la impresión de ser un fallido juego de espejos en el que ha prevalecido la ambición del autor a cualquier consideración sobre los lectores y sus intereses. En apariencia y dada la extrañeza general del libro, parecería que el editor ha preferido no trabajar el texto y entregarlo tal cual para generar polémica y discusión sobre el mismo, en lugar de reducir el número de páginas a la mitad y así condensar eficazmente la historia. Igualmente, las maravillosas premisas del autor están completamente desaprovechadas en aras de un pretendido brillo experimental que jamás llega a lucir. Los personajes están extensamente desarrollados, con múltiples detalles biográficos pero, puesto que sus historias son intrascendentes y se repiten o modifican varias veces (siento el pseudospoiler), pronto se pierde el interés en ellos: son un accidente dentro del Gran Diseño que ha pretendido crear Priest, sin éxito.

La complejidad de The Adjacent hace imprescindible su relectura: primero para entenderla en su totalidad y más tarde dentro del conjunto de la obra del escritor. Me temo sin embargo que nadie le dará una segunda oportunidad a esta temblorosa novela. Pero lo peor es que, aunque muchos detalles se escapan, la idea general de la adyacencia y sus consecuencias es evidente casi desde el comienzo; se hace entonces innecesario prolongar y repetir su lectura para no descubrir nada verdaderamente interesante más allá del primer tercio de la novela.

Para aquellos a los que no haya convencido, una recomendación: aprovechad The Adjacent para leer a un buen escritor y no busquéis una buena obra. The Adjacent es un trabajo pésimo sin trama justificada, con relleno y con referencias a otras novelas que impiden la comprensión de ésta.

Hace poco más de un año, en su blog, el autor de El prestigio criticaba al jurado del premio Arthur C. Clarke por otorgarlo en repetidas ocasiones a China Miéville. Decía de él que “pese a su talento, no se esfuerza lo suficiente” y de su escritura, que era “perezosa“.

Miéville debe estar frotándose las manos.


Comparte esta entrada:
  • Facebook
  • Twitter
  • StumbleUpon
  • Digg
  • del.icio.us
  • Meneame
  • Google Buzz
  • Bitacoras.com
  • email

No Comments

RSS feed para comentarios en esta entrada.

Lo sentimos, el formulario de comentarios esta cerrado en este momento.

Tema: TheBuckmaker.com WordPress Webdesign | Imagen de fondo: Brenda Starr bajo licencia Creative Commons