Reseña de El Universo
Hoy traigo al blog un título antiguo y de difícil clasificación. Algunos de los blurbs que han creado tanto hype sobre «El Universo» se recogen en esta entrada del fabuloso blog Sense of Wonder, pero creo que merece la pena detenerse y analizar en profundidad este monumental pero fallido trabajo.
Un aperitivo para el lector común: si aborreces las sagas largas, huye de El Universo (en el que se basó DFW para el título de su novela más popular y George RR Martin para gran parte de Canción de Hielo y Fuego). El autor de El Universo expande su obra de manera infinita y —siento el spoiler prematuro— todos los protagonistas mueren. Este particular se le ha recriminado en múltiples ocasiones y provoca sufrimiento a muchos lectores durante la lectura, que incluso la abandonan a medias, sabiendo a ciencia cierta que ninguno de sus personajes más queridos sobrevivirá más allá del cupo de capítulos —breve en general— que tiene asignado. Una solución típica para compensar este reguero de cadáveres es darles cierta importancia en episodios posteriores, de manera que un nuevo campeón abandere las ideas o los actos de algún personaje fallecido. La obra sigue así su curso, añadiendo más y más volumen sin que parezca que jamás vaya a terminarse, aunque (como Martin) el autor de El Universo parece haber confirmado a algunas fuentes que acabará llegando el frío y que todas las tramas confluirán, concluyendo definitivamente la saga.
Pero empecemos por los principios: el arranque de El Universo se hizo deprisa (aunque no existe consenso sobre cuánto tiempo tardó el autor en crearlo) y la calidad se resiente: falta de personajes, trama y acción; tan sólo explosiones, efectos especiales y exceso de worlbuilding, los trucos llamativos a los que recurre todo escritor aficionado. Durante infinidad de páginas no hay tensión narrativa, limitándose a la descripción de escenarios en los que, hablando sin tapujos, la mayoría es relleno, vacío. A base de llenar espacio, en algunas ocasiones se logran secciones brillantes como estrellas, pero tanta oscuridad no acaba de engañar a nadie sobre la mala dirección con la que parte esta larga e inconclusa historia (hay rumores de que será Brandon Sanderson quien la termine).
Tras este aburridísimo prólogo y pese a haber sentado las bases —de manera incorrecta, en mi opinión— para poder abordar una «space opera» aceptable, El Universo cambia el rumbo y parece concentrar toda su acción en un único escenario, donde sus inútiles protagonistas tropiezan imparables sobre las mismas piedras, generación tras generación: cambian las armas, pero siempre hay guerra; cambian los alimentos, pero siempre hay hambre; cambia la tecnología, pero siempre hay alguien en contra de ella y alguien a favor, alguien que la manipula en su beneficio y alguien que saca de ella un resultado inesperado, que da pie a una nueva iteración, y a otra, y a otra…
Una y otra vez el autor gira sobre el mismo paisaje y sobre personajes idénticos y sin alma a los que describe con detalle soporífero en todas sus acciones (alguien debería enseñarle lo que significa «elipsis»). Con un mal entendimiento de las corrientes filosóficas, El Universo retrata sociedades enteras que perecen sin más remordimiento o trascendencia que el de la caída de una hoja en otoño, pero ya Camus nos dejó escenas memorables de la nada existencial que no se mejoran por la reiteración. Pynchon por ejemplo (con quien el autor de El Universo rivaliza en hurañía) también nos embarulla con laberintos sin salida ni comienzo ni recodos donde nada encaja ni tiene causa o efecto, pura estupidez hecha literatura, pero literatura de alto octanaje. En cambio, en El Universo, obra postmoderna por voluntad, no sólo no hay coherencia: no hay interés. Los actores de esta representación, monótonos y ridículos, tienen diálogos salidos de las pesadillas de un sordomudo: sin chispa o ingenio, trabados, tediosos…
Por otro lado, como le ocurre a la editorial Gigamesh, los exégetas de El Universo parecen haberse estancado en una única obra de proporciones bíblicas cuya fórmula replican incesantes en cada país, cambiando el nombre y biografía del autor para adaptarlos al sabor local. No sólo eso: los malos traductores (no merecen otro calificativo) que han trabajado en las distintas versiones de los textos analíticos de El Universo alteran también eventos de la trama (sobre todo del comienzo) para darle ese toque autóctono que convenza al lector para que compre y se aferre a esa versión particular de la historia como si el alma le fuera en ello.
Algunos fans acérrimos —llamados genéricamente fandom— aseveran como si tuvieran pruebas de ello que vendrán mejores novelas dentro de la saga; otros, los críticos teóricos, más interesados en subirse al carro ganador que en juzgar sinceramente la obra por sus méritos, dictaminan que es la mejor de las sagas posibles, o una de las cinco mejores; los escépticos, por su parte, la disfrutan tal como es y no quieren que se termine, pero no piensan que vayan a escribirse continuaciones o que ellos vayan a poder leerlas. Los lectores más exigentes, como decíamos al comienzo de la reseña, abandonan El Universo sin interesarles para nada lo que ocurra en él. Creo que se precipitan.
Pese al incomparable éxito de distribución de El Universo (una obra que ha llegado a absolutamente todos los puntos de venta) y pese al milagroso prestigio de este autor novel autopublicado que puso su trabajo a nuestro alcance inicialmente de forma gratuita bajo una licencia Creative Commons, me parece evidente que El Universo es un primer borrador y nosotros sus lectores cero. Hasta aquí, poco que objetar en relación calidad-precio. Pero, para desgracia de todos, el éxito prematuro le ha pasado factura a su creador y ha acabado endiosándolo, alejándolo de sus lectores a los que no escucha: mezcla irrepetible de ciencia ficción, fantasía, weird, terror, comedia y drama, El Universo en consecuencia sigue su deriva sin una revisión decente y con los continuos altibajos que todos conocemos.
Lo seguidores habituales del blog habrán notado que no incluyo el nombre del autor en la cabecera de la reseña. Esto se debe a que he preferido reservarle los últimos párrafos en exclusiva.
Los capítulos que conozco de El Universo son en general malos, improvisados, desestructurados, adulterados, agrios, lo que me hace pensar en un autor patético y mezquino con una ineptitud creativa sin parangón. Porque para mí no hay duda de que El Universo es un mal trabajo; para mí la gran duda es si realmente hay que achacar a su autor el desastre de esta saga o si durante la mayor parte del texto, la torpeza, la crueldad y la indiferencia cósmica que se desprenden de este aquelarre narrativo se deben a que ha dejado el teclado en manos de un billón de monos epilépticos lobotomizados agitando al azar los átomos de la historia.
Siento decirle a quien haya perpetrado El Universo que unas cuantas buenas escenas no compensan el gasto de energía para crear este muermo galáctico. Sobre el libro en sí, estimado lector, léelo si quieres, pero a encontrarle sentido no puede ayudarte ni dios.
A pesar de todo, y siendo franco, yo sigo leyendo y lo seguiré haciendo mientras pueda.
PD. Si alguien logra ponerse en contacto con el autor, por favor, enviadme su email para que le mejore algún que otro arco de personaje…
PPD. No he encontrado valoraciones del libro ni en Goodreads ni en Amazon. Sospecho que nadie lo ha hecho porque nadie tiene la primera edición completa. A la mía sin ir más lejos le faltan varios millones de páginas. Lo que sí he visto son muchísimos trozos a la venta en eBay. Esos usureros parecen ignorar que la obra se comenzó a publicar hace tanto que ya es de dominio público.
Entradas relacionadas
No Comments
RSS feed para comentarios en esta entrada.
Lo sentimos, el formulario de comentarios esta cerrado en este momento.