Algo malo debe tener el fándom cuando nadie quiere que lo asocien con él y además se le atribuyen gran parte de las culpas del sector editorial de género pero ninguno de sus méritos.
Establezcamos un punto de partida: si bien algunos lectores de ciencia ficción y fantasía poseen un descomunal bagaje literario, la mayoría sólo devora basura y se relame al terminar. Gira la cabeza negándolo cuanto quieras, pero es así y no es un fenómeno exclusivo: sucede tanto dentro como fuera de nuestro particular horizonte de sucesos. Para un observador externo que mira desde más allá de sus fantásticas fronteras, el género apesta. Los editores corren a rescatar a cualquier autor de ese enjambre de moscas en cuanto les es posible: obtienen así más público objetivo, más ventas potenciales y un mejor olor. En este artículo de Javier Calvo, Pablo Mazo lo resume afirmando que el lector mainstream pasa de Ballard y el de género, de Borges. Yo me pregunto si era humanamente posible plantear un ejemplo más desafortunado, pero la idea se entiende.
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